Nuestra querida compañera Lourdes Vadillo nos invita a leer este clásico de la literatura española.
Quizás, si no la mejor, sí una de las más fructíferas y adecuadas manera de juzgar una obra de arte, sea a través de sus herederas, de sus consecuencias. En este sentido, la historia del famoso burlador de Sevilla ocupa una de las cimas más altas, no solo de la literatura universal, sino también de la música y, por extensión, del arte en general. No en vano la historia de Don Juan ha sido objeto de los mejores ejercicios de la literatura, de la música y de la filosofía. Ejemplo contrastante puede ser Don Giovanni de Mozart, obra cumbre de la ópera universal y que, al decir de Kierkegaard, sitúa a su compositor entre los más clásicos de todos los clásicos. La historia de Don Juan, personaje arquetípico de la literatura española, ha trascendido las fronteras hispanas en todas sus múltiples recreaciones.
De entre todas, destaca la versión decimonónica de Don José Zorrilla (1817-1893), versión que destaca por su final, ya que es en este momento donde se separa más de la versión original de Tirso de Molina. Se puede afirmar, sin temor a error, que en la versión de Zorrilla el personaje principal pasa existencialmente por la tres etapas del camino de la vida o estadios de la existencia.
Preséntese Don Juan como un disfrutador de la vida y de sus placeres; como un triunfador en el arte de la seducción, hasta el extremo de no dudar en batirse a apuesta con Don Luis por ver quién de los dos hace más mal e introduce más sufrimiento en el mundo a cambio de placer. Es aquí donde Don Juan no conoce par. Sin embargo, el transcurrir de la obra va llevando poco a poco a una transformación del personaje, quien una vez alcanzado el estadio ético con el descubrimiento del deber moral, termina alcanzando el estadio religioso en las escenas finales, una vez regresado a Sevilla tras su obligado exilio de la ciudad a causa de la muerte de Don Luis. Es en estas escenas finales, en las que el juego de sombras y transfiguraciones, de mezcla del mundo de los vivos y de los muertos, hace singular la versión de Zorrilla, llegando al cénit final en el encuentro amoroso con la estátua/realidad de Doña Inés, ante quien Don Juan termina confiando su fe religiosa.
Además ha hecho una bonita presentación cuyo enlace se adjunta:
https://www.canva.com/design/DAF_OPKmAgM/6Ruh1o-tRcDH_Gn0hKIJbA/edit?utm_content=DAF_OPKmAgM&utm_campaign=designshare&utm_medium=link2&utm_source=sharebutton