Un poco más cerca de los 60. A23a, el iceberg más grande del mundo.
La ecología y la conservación de nuestro planeta ha sido uno de los temas que desde pequeño siempre me han llamado la atención, supongo que, porque soy consciente de que los seres humanos somos inquilinos desagradables, dicho sea de paso, de esta gran casa que es nuestro planeta.
El cambio climático, no es un futurible sino una consecuencia presente de como la acción humana es capaz de cambiar la dinámica natural de la Tierra. Y en eso estamos, el cronómetro que marca la cuenta atrás hacia una situación de irreversibilidad llega a su fin y es que si hace solo dos décadas se marcaba este punto en un aumento global de la temperatura de 5ºC por encima de la temperatura en la época preindustrial, hoy sabemos que muy probablemente basta con 1.5ºC para sobrepasar el punto de no retorno (Acuerdo de París de 2015, https://www.un.org/es/climatechange/paris-agreement). Lamentablemente, algunas zonas locales como la cuenca mediterránea ya han sobrepasado ese umbral y los expertos temen que si esa situación se generaliza nuestro cronómetro habrá llegado a su fin. Y sí, el foco está en el Mediterráneo, pero también se teme por la interconexión de este fenómeno con el deterioro progresivo de ecosistemas clave de nuestro planeta como son la selva amazónica, los arrecifes de coral, la capa de hielo de Groenlandia, el deshielo del permafrost, el hielo marino del Ártico, el bosque boreal o la capa de hielo de la Antártida.
Hace solo unos meses, los principales de medios de comunicación se hacían eco de A23a. No se trata del nuevo modelo de teléfono de Samsung sino del iceberg más grande del mundo. Este coloso helado de aproximadamente 3600 kilómetros cuadrados, una altura mayor a la del Empire State de Nueva York y un peso cercano al billón de toneladas, se desprendió de la plataforma de hielo Filchner en la Antártida en 1986 y tras décadas varado en el mar de Weddell (https://es.wikipedia.org/wiki/Mar_de_Weddell), ha escapado del vórtice oceánico que lo mantenía en esas latitudes y ha comenzado a moverse hacia aguas más cálidas considerándose este como el más que probable inicio del camino hacia su desaparición.
El impacto en los ecosistemas marinos se hace evidente y aunque su contribución por sí solo, al aumento del nivel del mar no será significativa, sí que refleja las consecuencias del cambio climático y la senda futura que otras partes de la Antártida irán siguiendo. Se sabe que, si la Antártida se derritiera por completo, el nivel del mar subiría la friolera cantidad de 60 metros de altura modificando el mapa litoral a nivel mundial. Mucho antes de que eso pase ciudades como Tokio, Nueva York, Barcelona, Londres, Buenos Aires, Shanghai, Ámsterdam, Hong Kong, San Francisco o Lima quedarán sepultadas bajo el agua. Es cierto que para eso aún queda varios siglos, quizás algún milenio, pero sin duda hoy estamos un poco más cerca de los famosos 60.
Os invito a reflexionar sobre la necesidad de movernos para cambiar el final de esta historia y os animo a leer y profundizar sobre este tema. Para ello os dejo un artículo publicado recientemente en la prestigiosa revista de divulgación científica National Geographic, así como un review del tema de elaboración propia con artículos, imágenes y vídeos complementarios.
Ubicación de la plataforma de Filchner-Ronne.
Desprendimiento del Iceberg A23. Simulación de su trayectoria.
Consecuencias directas del deshielo Antártico.
A23a camino a las Islas Georgias del Sur. Deshielo e impacto en los ecosistemas marinos.
https://www.youtube.com/watch?v=d5pny56ih-E
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